
Gustavo, ¿cuándo y cómo conociste al cardenal Bergoglio?
Lo conocí en el año 1997, cuando lo nombraron arzobispo coadjutor con derecho a sucesión en Buenos Aires. En ese momento, cuando ya estaba enfermo el anterior arzobispo, el gerente de la editorial, Eduardo Rigetti, y yo fuimos al arzobispado a visitar a Mons. Bergoglio y le llevamos un libro de regalo. Recuerdo que fue una primera entrevista sencilla, en su sencillo escritorio, y el libro que le regalamos fue el Código de Derecho Canónico comentado de la editorial Edicep. El cardenal, un tiempo después, en una reunión que tuvimos con otros editores católicos que andábamos a vueltas con una coedición de libros de catequesis, me sacó los colores y dijo: “El Gordo, la primera vez que me visitó, me regaló el código de derecho canónico. Se debe pensar que soy un bruto y que me hacía falta estudiar más derecho canónico”… Recuerdo con cariño esa primera reunión.
Es una buena anécdota…
La segunda vez que me encontré con Bergoglio fue una situación más difícil y ahí creo que se comenzó a fraguar una relación cercana con él. Me echó una mano inmensa en un momento en que lo estaba pasando mal como editor, porque desde Roma, de la Santa Sede, nos llegaron unas observaciones sobre un libro publicado en la editorial. El cardenal me llamó para ayudarme a que hiciéramos las aclaraciones y mejoras que nos correspondían como editores. Él era el ordinario del lugar donde estaba la editorial e intervino de una manera extraordinaria, fina, ayudando, solucionando… Tiempo después, me llama el cardenal y me pregunta. “Gordo, ¿qué hicieron con este libro?” Le dije: “Pero si vos sabés bien… yo se lo mandé de regalo a todos los obispos…” (risas). La verdad es que él me ayudó mucho. Desde Roma apretaban las tuercas y él, de una manera muy paternal y fraterna, nos ayudó a salir del apuro y a ver, a darnos cuenta de que el libro podía tener alguna cuestión resbaladiza que convenía depurar…
A partir de ahí empezamos a tener una relación estrecha y de amistad cercana que dura hasta hoy. El día que cumplí 50 años, hace ya un año, celebré una misa con mis amigos, empleados de la editorial y familiares. Aquí me lo habían ocultado, pero el cardenal se me presentó en la misa a concelebrar. No quería presidir. Se puso como uno más de los hermanos claretianos que me acompañaban y me dijo que tenía que presidir yo, que era mi cumpleaños. Y así lo hice. Disfruté mucho aquel día. También estaban mi mamá y mi tía madrina de bautismo. El cardenal fue muy amable y cariñoso con ellas también y quedaron encantadas. Se quedó a cenar con nosotros y pasamos un buen rato. Fue un gesto de cercanía conmigo que, al recordarlo, me llena de emoción.
¿Y tu relación con él como editor?
A partir de ahí empezamos a tener una relación estrecha y de amistad cercana que dura hasta hoy. El día que cumplí 50 años, hace ya un año, celebré una misa con mis amigos, empleados de la editorial y familiares. Aquí me lo habían ocultado, pero el cardenal se me presentó en la misa a concelebrar. No quería presidir. Se puso como uno más de los hermanos claretianos que me acompañaban y me dijo que tenía que presidir yo, que era mi cumpleaños. Y así lo hice. Disfruté mucho aquel día. También estaban mi mamá y mi tía madrina de bautismo. El cardenal fue muy amable y cariñoso con ellas también y quedaron encantadas. Se quedó a cenar con nosotros y pasamos un buen rato. Fue un gesto de cercanía conmigo que, al recordarlo, me llena de emoción.
¿Y tu relación con él como editor?
En poco tiempo, con naturalidad, surgió el hecho de que la editorial se convirtió en su editora. Esto consolidó, obviamente, esta buena relación. Él quiso que fuéramos nosotros sus editores mientras durase su servicio como arzobispo en Buenos Aires. Por ello, ahora, nosotros tenemos todos los libros que él escribió durante su tiempo como pastor en esta Arquidiócesis y desde aquí se están dando a conocer al mundo. Los derechos editoriales de edición de todos sus escritos, también de toda reproducción, hasta el día anterior a ser nombrado Papa, están en manos de la Editorial Claretiana. Así se estableció una relación cercana de autor y editor, aunque institucional también, entre el arzobispado de Buenos Aires y la editorial Claretiana, porque editamos también muchas cosas de catequesis, etc.
Se ve que le has conocido bien y has tratado mucho con él… ¿tú que destacarías de su figura?
Se ve que le has conocido bien y has tratado mucho con él… ¿tú que destacarías de su figura?
Yo, de mi trato cercano con él, destacaría que siempre que tuve que acudir a él encontré en él a un padre y a un amigo; un tipo que siempre me escuchó, que pudimos buscar soluciones; un tipo siempre optimista, pero no ingenuamente optimista. Es, sin duda, un hombre de mucha fe y mucha oración. Su consejo siempre era cualificado, como el de un guía espiritual que te iba aconsejando, guiando…; un tipo de buscar siempre soluciones, de los que no quieren quedarse sólo en el problema. Creo que esto es muy importante porque vos, después de conversar con él, siempre como que salías mejor, no sé cómo explicarlo; vos terminabas de conversar con él y como que tenías otra disposición para encarar la tarea, una palabrita que te había dicho… o, simplemente, que te había escuchado o aconsejado. Siempre buscaba la manera adecuada.
En estos días se quedan en que es muy afable, muy cordial. ¡Todo eso es verdad! Esa sonrisa que tiene es también muy natural, pero yo diría todavía algo más profundo que esto: la capacidad de comprensión que él tiene para con cada persona, con cada caso. Él atendía a montones de personas y, me consta que con otras personas que han tenido trato con él te decían lo mismo: a mí lo mismo me ayudó a resolver tal o cual caso. Es lo que estamos leyendo estos días en los periódicos.
Por otro lado, está esa facilidad que había para abordarlo. Vos no necesitabas pedir reuniones. Le llamabas por teléfono y le decías: “Jorge quiero hablar con vos, ¿cuándo me podés atender?” Y él: “¿es urgente, Gordo?”, sí, bueno, ”ya te hago un hueco y venite dentro de un rato, o mañana a primera hora”, todo sin demasiado protocolo. Muchas veces para acceder a estas personalidades has de pasar por un secretario, pedir audiencia, que te la concedan… Eso, cuando él llegó, se terminó y facilitó siempre totalmente el acceso.
En estos días se quedan en que es muy afable, muy cordial. ¡Todo eso es verdad! Esa sonrisa que tiene es también muy natural, pero yo diría todavía algo más profundo que esto: la capacidad de comprensión que él tiene para con cada persona, con cada caso. Él atendía a montones de personas y, me consta que con otras personas que han tenido trato con él te decían lo mismo: a mí lo mismo me ayudó a resolver tal o cual caso. Es lo que estamos leyendo estos días en los periódicos.
Por otro lado, está esa facilidad que había para abordarlo. Vos no necesitabas pedir reuniones. Le llamabas por teléfono y le decías: “Jorge quiero hablar con vos, ¿cuándo me podés atender?” Y él: “¿es urgente, Gordo?”, sí, bueno, ”ya te hago un hueco y venite dentro de un rato, o mañana a primera hora”, todo sin demasiado protocolo. Muchas veces para acceder a estas personalidades has de pasar por un secretario, pedir audiencia, que te la concedan… Eso, cuando él llegó, se terminó y facilitó siempre totalmente el acceso.
Vamos un poco a los libros. Hablemos de los dos primeros que van a publicarse aquí en España. En su homilía de inicio de pontificado utilizó el título del primero casi como si fuera un eslogan programático. Después lo envió por el twitter. “El verdadero poder es el Servicio”.

¿Qué nos dices de este segundo libro que va a salir en España, “Mente abierta, corazón creyente”?

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