Te vas. Así, de repente...
Y lo haces por el bien de la Iglesia, porque no te ves capaz de dirigir la barca con la fortaleza física y espiritual que requiere. Es un gesto que te honra. Especialmente en los tiempos que corren.
Te deseamos un final feliz en tu ministerio y un gozoso nuevo inicio en tu próxima etapa, de nuevo, como Joseph Ratzinger.
Sabemos que el Espíritu Santo te acompañará en tu decisión y en tu camino.
Sigue rezando por la Iglesia que somos todos.
Hasta siempre.
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